El mes de junio da comienzo al período estival, que se traduce en Anaga en un tiempo de sequedad y agotamiento de la tierra.
Las zonas bajas cambian sus galas verdes por los tonos pardo-amarillentos de las gramíneas secas y los grises de los tallos desnudos. Muchas plantas, como medio de adaptación a la sequía, pierden su follaje, como es el caso de las tabaibas Euphorbia sp., tasaigos Rubia fruticosa y granadillos Hypericum canariense; otras reducen su actividad reposando hasta las próximas lluvias, como hacen los bequeques Aeonium sp.; y hay especies que, cumplido su ciclo reproductivo, mueren o duermen hasta que todo vuelva a empezar, como la lechuga de mar Astydamia latifolia o la cebolla salvaje Drimia maritima.
Sin embargo, no todo es sequedad en verano. Es el tiempo de las sacaciones, como se dice aquí, es decir, el período en que los vientos Alisios cargados de humedad actúan con mayor frecuencia en las Islas. Es raro un día de verano en que la barra, esa imponente masa de nubes que aparece cubriendo las cumbres anagueras, no se haga presente.
Esto favorece que, aún en tiempos de calor agobiante, dentro del Monteverde se conserve un ambiente fresco e, incluso, corran algunos barranquillos.
El verano, aunque en ocasiones traiga desgracias en forma de sequías prolongadas, es también un período festivo para las gentes de Anaga. En estos meses se llevan a cabo casi todas las fiestas importantes de los pueblos del macizo, como son las fiestas de la Virgen del Carmen en San Andrés, las de San Pedro en Igueste, las de la Virgen de Las Nieves en Taganana o las de San Juanito en todos los núcleos costeros.
La foto muestra la Montaña Tafada con las tonalidades típicas de la época estival. Fue tomada el 3 de agosto de 2007.
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