Tal día como hoy, hace exactamente siete años, a partir de las tres de la tarde del domingo último de la Semana Santa, cayó sobre gran parte de Anaga una tromba de agua —220 litros en dos horas— que provocó la anegación de varias zonas, entre las que se encontraba San Andrés donde un servidor vivió el desastre.
A pesar de que, afortunadamente, en mi casa no pasó gran cosa —aunque tuvimos que pelear con el agua como pudimos— recuerdo vívidamente aquel día.
A comienzos de la tarde empezó a llover cada vez con más fuerza, hasta que me asomé a la calle y vi cómo gran cantidad de agua cubría la calzada, sobrepasando casi el pretil de la acera. Enseguida pensé que algo no era normal, pues el agua era canela. Entonces una vecina apareció pálida por la calle y nos alertó: el barranco se había desbordado.
Toda esa tarde fue histeria. Asomado a mi azotea vi cómo el agua iba cubriendo la avenida del pueblo más y más, hasta que unos héroes, pues no hay otro nombre para esas personas, rompieron con una pala mecánica el muro del barranco y por fin el agua comenzó a retroceder.
Después de calmada la situación salí a la calle. Parecía un campo de batalla. El pueblo aparecía completamente cubierto de fango, tierra, entullo, cañas, matojos, e incluso animales muertos. En La Muralla, que es como popularmente conocemos en San Andrés a la avenida de Pedro Schwartz que va paralela al barranco, había coches entongados, destrozados, y el piche estaba levantado por todas partes en grandes cachos.
Quedamos incomunicados, pues una ladera se había derrumbado en María Jiménez e impedía el acceso al pueblo, así que nos tuvimos que valer por nosotros mismos durante bastante tiempo. El pueblo salió fortalecido de esta catástrofe, pero aún hoy, cuando llueve más de la cuenta, todavía a casi todos se nos ponen los pelos de punta.
Cientos de viviendas, tanto de los pueblos y barrios como de la capital, quedaron inundados e inservibles. Una semana sin luz e irónicamente, sin agua. Esta tragedia también se cobró la vida de varias personas.
Como podemos ver, la naturaleza es una maravilla, pero posee un lado terrible que en ocasiones nos azota, y de cuyos efectos debemos aprender. Muchas veces son nuestros propios actos los que potencian la capacidad destructiva de estos fenómenos.
Con motivo de esta efeméride, pongo un vídeo realizado por una amiga acerca de este suceso histórico:
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