Situado en el extremo habitado más occidental de la isla de Tenerife, el Corcovado o Roque Bermejo es, con todo derecho, el roque del fin del mundo.
Se trata de un gran roque costero de 41 metros de altura, unido a tierra por una baja que queda casi cubierta por la marea llena. Es un roque de tosca colorada (parte de las coladas basálticas alteradas por la erosión tan comunes en Anaga), lo que le valió el apelativo de Roque —o Risco— Bermejo, que ahora da nombre al caserío circundante. Por su forma, que figura una peta o joroba, se le denomina también El Corcovado.
Florísticamente muy pobre, debido a la proximidad al mar y al escaso suelo que posee, sí presenta ejemplares típicos de la flora halófilan de riscos, como son las lechugas de mar (Astydamia latifolia), siemprevivas (Limonium pectinuatum) o tomillos marinos (Frankenia ericifolia).
Como dato curioso, existe un charco en su parte trasera denominado popularmente como “Charco del Amor”, en el que las parejas de los veraneantes de San Andrés iban a estar solas. Con el tiempo, acabó por instalarse la leyenda de que si una mujer quería quedar embarazada, había de ir con su pareja al charco.
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